Sanar tu niño interior & vivir una crianza con intención.

A ti, que estás sanando tu niño/a interior pero estás embarcada en la crianza, quiero escribirte hoy lo que siento importante para vivir una crianza llena de intención y libre de culpa. Emprender el duro camino hacia sanar a tu niña interior, escuchándote y sabiendo reconocer dónde comenzaron a crearse patrones de respuesta es para mi, algo necesario y por lo que la terapia es un camino seguro y maravilloso.

Pero lo que suelo ver, en mujeres comprometidas, haciendo y emprendiendo este camino, es que sin querer, sienten, sentimos esa presión en no cometer los errores del pasado.

Y sin darnos cuenta acabamos apagando fuegos, fuegos que aún no se han encendido en nuestra crianza pero que aún tenemos encendidos de nuestra propia infancia.

Yo siempre empiezo, quitando culpas, hablando sobre la incomodidad; la nuestra, la de nuestros niños. Empezando por ahí, por esas cosas que nos cuesta comprender, reconocer o manejar.

Sentirnos cómodas hablando de esa incomodad es el primer paso para poder acompañar a nuestros niños y niñas a navegarla.

¿Cómo vamos a sostener futuros adultos emocionalmente competentes si no somos capaces de sostener la incomodidad y sólo queremos que se vaya?

Esta incomodidad se remueve en el primer instante, ese primer instante en el que nos encontramos con nuestros bebés al otro lado de la piel, y automáticamente lloran, y no sabemos qué hacer para calmarlos, ¿lo recuerdas? Hacer las paces con ese llanto, con ese proceso, más o menos largo hasta que se encuentran comfortables, cómodos y regulados, es complicadísimo, pero hoy te explico lo que hay detrás.

Cuidar, atender, sostener; son todo sentimientos que se entremezclan con nuestro propio camino, nuestras vivencias en la infancia. Es entonces importante entender qué queremos conseguir, cuando cuidamos de una forma u otra. Y también saber que no hay una forma mejor que otra, para mi, lo importante es ponerle intención. Cuando hay un por qué, cuando nuestros actos tienen sentido, están basados en un plan que atiende al desarrollo emocional de nuestros pequeños, a lo que por etapa evolutiva, necesitan, las pequeñas batallas del día a día, dejan de ser los protagonistas.

El primer paso, es diferenciar entre tu hijo o hija y tu niño o niña interior. No podemos criar como si cuidáramos a ese niño o niña interior que tiene unas heridas, unas vivencias y una realidad muy diferente a la nuestra. Especialmente hoy en día.

Necesitas cuidar y nutrir esa niña interior, sanar esas heridas, de la forma que mejor se alinee con tu realidad, claro que sí.

Pero también necesitas poder comprender qué necesita tu hijo o hija, en esta realidad, en tu hogar, en el 2023, para ser el adulto capaz que estoy segura que deseas que sea.

Podemos pasarnos la vida tratando de evitar errores pasados, o podemos poner intención en la crianza, en proveer las herramientas que necesitará ese futuro adulto para ser esa persona que ojalá pueda ser.

Y es que hay un problema cuando nos centramos en hacer a nuestros felices, como si nos hicieramos felices a nosotros, a su edad, y es algo que Brené Brown, en su libro “Daring Greatly” explica;

“Me he dado cuenta que lo que hace feliz a los niños, no siempre les prepara para ser adultos valientes y comprometidos”.

Seguro que lo has sentido alguna vez, sobre todo cuando sientes que les das todo, pero no parece ser suficiente.

Querer hacer felices a nuestros niños constantemente puede ir en contra de lo que queremos realmente para ese adulto equilibrado y lleno de compromiso con su vida y bienestar.

Por eso prefiero dar herramientas para que se regulen, poner mucho foco en comprender la verdadera autonomía, en ser facilitadores de aprendizajes y no "solucionadores" de falta de entretenimiento, de problemas cotidianos, de conflictos. Crear ambientes de juego y concentración que les brinden paz, refugio y permitan explorar, como lo harán en el futuro como adultos comprometidos con lo que les mueve. Por eso pongo el foco en la presencia, en estar, en saber por y para qué estamos y en llenar de intención cada una de las intervenciones que hacemos en la vida de nuestros niños, que sin duda, y queramos o no, afectarán a esos adultos a los que acompañamos a crecer. Por eso pongo el foco en el vínculo, en la comunicación, en los cuidados del día a día, en que se hagan desde la mirada de ese niño o niña capaz y competente, al que le facilitamos su higiene, alimentación o sueño, mientras honramos su competencia y preferencias, y le escuchamos, sostenemos y mostramos todo el amor, ahí, cuando es verdaderamente apropiado.


Si sientes que quieres saber más sobre cómo acompaño a poner intención en cada paso de tu crianza y a saber sostener esas emociones que nos hacen recordar, a través de mis acompañamientos, escríbeme y nos vemos en una videollamada de media horita, gratis, para compartir y conectar y descubrir si este camino puede ser para ti.

Anterior
Anterior

No podemos pedir calma.

Siguiente
Siguiente

Cambiar de mirada: de estimular a facilitar.